domingo, 29 de mayo de 2011

EL CANTO DE LAS SIRENAS (III)


Nancy Armstrong nos alerta acerca de uno de los peligros que señalabámos al inicio.Dice: ¨El feminismo en los EEUU y en Inglaterra continúa extrayendo mucho de su  poder retórico de un modelo de patriarcado que sitúa a las mujeres en una relación negativa frente a los hombres: ellos tienen poder, las mujeres, no. Al suponer que representa a los desposeídos del poder , el feminismo académico de los EEUU , de hecho, colaboró con los historiadores tradicionales que, durante al menos dos siglos, se han contentado con dejar a las mujeres fuera de la historia. (Ese feminismo) más o menos admitió la idea de los historiadores según la cual lo que las mujeres hacen existe en una relación secundaria y reactiva a las vicisitudes de la historia per se¨ (11) . Esta depreciación histórica de la mujer va desde la tolerante indiferencia - ¨bueno, que hablen un poco, así se calman y todo sigue como está ¨ ,diría el conde de Lapedusa-, hasta extremos de humillación (innecesaria) como la opinión vertida por Oscar Wilde sobre Jane Austin, acerca de que la presencia de sus libros en una biblioteca  la desautorizaba ; o las teorías sostenidas por Otto Weininger , en Sexo y Caracter, sobre la inferioridad intrínseca femenina: ¨La necesidad y la capacidad de emancipación de una mujer sólo se basan en la fracción de hombre que ella tenga...(12) ...no ha habido, ni hay, ni podrá haber un genio femenino (porque)...sería una contradicción in adjecto, ya que la genialidad es tan sólo masculinidad aumentada...¨(13).

Se podría aducir que Wilde era capaz de morir por una frase ( de hecho se condenó por no poder contenerlas); y también que Weininger - además del talento que le permitió escribir Sexo y Caracter a los veinte años- era un muchacho enfermo, cuya infelicidad lo llevó al suicidio. Las consideraciones se van desmoronando cuando recordamos que George Steiner dice, hoy, practicamente lo mismo que  Weininger,  en Presencias Reales . Y  que no son pocos los que siguen interpretando a Madame Bovary  como ¨una lectora de novelas rosas¨, a pesar del ¨ Emma Bovary soy yo ´, de Flaubert.

¿Qué sujeto se pretende institucionalisar al descreditar toda voz femenina ( aún la que otros hombres le dan), cuando no se puede acallarlas? Y, desde la rigurosidad del pensamiento, qué significan las palabras de Saul Bellow : ¨Cuando los Zulúes produzcan un Tolstoi, entonces, los leeremos¨, con las que se procura silenciar al otro ( en este caso generalizado en otro que no es ¨como uno¨: blanco, occidental y primer mundo). El 99% de los seres humanos no ha escrito ¨Guerra y Paz¨,incluido el señor Bellow; el cual, para ser fiel a sus propias ideas, debería desestimar la lectura de sus obras. Sin embargo, el discurso del poder se ha construido de tal modo que los hombres,cualquier hombre, infieren que, puesto que Shakespeare es genial él también lo es, en un silogismo sofista, si los hay. Incluso de pensadoras y escritoras de la talla de Simone de Beauvoir se ha dicho : ¨Fue determinante asimismo el hecho de que los términos en que se elaboraron esas cuestiones (su política del feminismo) dependiesen de valores patriarcales en general  y de la filosofía de Sartre en particular¨( 14). No se discute aquí si este análisis sobre la posición de de Beauvoir sobre el tema es correcto o no; lo que se dice es que, a Sartre, en ningún momento de su vida, referido a ninguna de sus ideas, se le pregunto ( ni siquiera se le insinuó) si sus palabras eran consecuencia del influjo de de Beauvoir. Lo cual hubiese estado justificado , por la cercanía entre ambos; probable, dada la inteligencia de ella; y muy posible, ya que todos somos influidos, de un modo u otro, por las personas que admiramos, como sostuvo siempre Sartre de de Beauvoir.

Si a esta mordaza constante sobre la palabra femenina agregamos, por el lado del psicoanálisis, la teoría del monismo fálico, que ¨supone un desconocimiento de la vagina en ambos sexos (como nos dice Julia Kristeva ) (implica) no solamente que el sujeto de los dos sexos desconoce la existencia de otro órgano sexual distinto al pene, sino que, correlativamente, la ausencia del pene, incluso la castración, es considerada una ley del talión,de castigo contra el hombre o la mujer...castigo que se ejerce en la mujer originariamente, puesto, de nacimiento,ella está desprovista de ese ¨significante¨, si se agrega esta teoría, decimos, constataremos que la mujer es siempre tomada por la negativa,por lo que falta: es ausencia.  Bien está que Kristeva remarca que la primacía del falo corresponde a la organización infantil y no supone primacía genital, según establece Freüd; sin embargo, se pregunta si no sería más adecuado que se empleara para la mujer, ¨complejo de Electra¨, como lo propone Jung . Y sugiere que, si bien ¨las lógicas binarias simbolizadas por el falo están contenidas en la dicotomía ¨presencia-ausencia¨  inherente a la amenaza de castración... él organiza un culto de lo que es finalmente nuestra capacidad de significar...sería interesante preguntarse cuáles serían las lógicas diferentes de la lógica binaria. ¨¨ la investigación de tipos de representación o de actos psíquicos ajenos a los del significante y el lenguaje podrían tener implicaciones antropológicas de suma importancia, por cuanto se trataría de pensar, no lo materno y lo preedípico, sino otras formas de los sagrado ajenas a lo exclusivamente fálico¨ (15).  Agregaríamos que la posibilidad de abrirse a estos otros horizontes podría hacer que la mujer dejara de ser lo  que no es y empezara a hacerse presencia.

¨Nuestra imagen en el espejo no es inocente ¨, escribe Baudrillard,  ¨Detrás de cada reflejo, de cada semejanza, de cada representación, se oculta un enemigo vencido. El otro vencido y condenado a ser sólo lo mismo, (pero) ... la actual esclavitud de lo mismo y la semejanza se romperá un día en la aparición violenta de la alteridad¨(16). Porque ¨donde hay poder hay resistencia¨, Foucault.